viernes, abril 10, 2009

Dias de vino y rosas


Esta vez nos decidimos por algo moderno cuando Nadia y yo volvimos al teatro este mes pasado. Le había sido recomendada por un compañero del trabajo, y el reparto nos parecía muy bueno, Carmelo Gómez y Silvia Abascal. Aún así la sospecha de que sería un dramón requetedeprimente que nos dejaría "pal traste" en la siempre esperada velada del sábado, nos hizo comprar las entradas casi con resistencia.

Conozco apenas de nombre la película del mismo título. En este caso se había localizado un poco el argumento. La acción sigue ocurriendo en esa tierra de sueños por cumplir, Nueva York (muy ocurrente que los eventos ocurrieran al ritmo de no sé cuantas variaciones del tema de Frank Sinatra). Los protagonistas, sin embargo, son españoles, Luis y Sandra, una pareja que se conoce en el aeropuerto, de camino a su nueva vida. Llenos de ilusión brindan con una copa que será el punto de comienzo de una carrera frenética en principio de éxito y prosperidad, pero de posterior degradación y autodestrucción a media que ambos se hunden en las profundidades del alcoholismo.

Aunque soy más de teatro clásico, la mezcla de hilaridad y tragedia me gustó mucho, y era difícil no implicarse emocionalmente en la acción del escenario cuando ésta viene interpretada magistralmente como lo fue por ambos actores (qué gran logro no caer en la figura estereotipada del borracho inconsciente caricaturesco). Me parecieron maravillosos, y el dramón no nos dejo tan mal sabor de boca como esperábamos. Había un punto de esperanza en todo ello, aunque limitada, muy condicional.

No obstante, hubiera prescindido de los efectos de luz que acompañan a los momentos más desenfrenados del descenso a los infiernos de la pareja. Esos destellos discotequeros podrían causar estragos en cualquiera con un mínimo de reactividad a las luces fuertes, ay mis pobres ojos.

Je je je, aquí una quejándose de pura costumbre, nos gusta gruñir...

No hay comentarios:

Publicar un comentario