viernes, abril 10, 2009

Utahime



Después de todo este tiempo sin escribir nada, por fin encuentro el momento de actualizar sobre qué he estado viendo/haciendo últimamente.

Como ya os había contado, estaba viendo la última de Nagase Tomoya, "Utahime". Aunque él me parece un encanto y me hace toda la gracia del mundo, y no querría perderme una suya, reconozco que le veo encasilladito en el papel del brutote corazón de oro que lleva interpretando con variaciones ya una buena temporada. No quiero decir que no me parezca magnífico en su último papel, y que el acento de Tosa no sea resaladísimo, y que a nadie más que a él le favorece el refajo de pueblerino japonés, pero estoy convencida que podría con un registro dramático más amplio, y me gustaría que se le diera la oportunidad de demostrarlo.

Aún así, esta serie me ha gustado muchísimo. Es otra de esas bonitas historias sobre humanos corrientes y molientes que tan entrañables me parecen. Un día, posiblemente tras el final de la segunda guerra mundial, aparece un soldado amnésico en las orillas de un recóndito pueblo costero de Japón. La familia de la niña que lo encuentra, Suzu, le acoge con toda bondad y le ofrecen trabajo en el negocio familiar, un pequeño cine de pueblo, de aquellos que apenas recordamos ya, los de una sola sala enorme con asientos de teatro. Ha pasado una década desde entonces, Taro sigue sin recordar nada, y vive una buena vida con su nueva familia. Todo hasta que nuevas caras aparecen en el pueblo y parece reaparecer el pasado del sencillo hombre.

Realmente es un retrato divertidísimo del Japón de los años 50, tan local a ratos, y tan interesado en el mundo exterior a otros. Graciosísima la tremenda influencia que "Rebelde sin causa" tiene sobre uno de los personajes, y la enorme sorpresa del pueblo cuando Taro se lanza al escenario con una guitarra y canta "Jailhouse Rock". Toda una experiencia escuchar a Nagase cantar eso, oigan...

No faltan los personajes imprescindibles de las historias de pueblos, procedan de donde procedan. Está el honesto bravucón, admirado y burlado simultáneamente por su masculinidad exagerada (éste además es pescador, y tiene en gran estima su taparrabos rojo, madre mía), la solterona con trágico pasado gruñona, dominante y partícipe en todo lo del pueblo, el maestro de la capital, occidentalizado, despistado y un poco pedante. También está la tabernera de apariencia llamativa, el mafiosillo cobarde de naturaleza bondadosa, que hace las veces del tonto del pueblo, y el estudiante en pleno viaje de autoconocimiento.

En fin, muy recomendable y muy bonita. Muy divertida a ratos también.

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